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Capítulo 1- 2

Como casi todo en este mundo hasta la Revolución industrial, los porros fueron inventados por los chinos al mismo tiempo que el papel de arroz; antes de eso, era costumbre preparar una infusión de cáñamo en una tetera de madera, tirar el asqueroso y nocivo líquido al estanque de las carpas, y luego pegarle fuego a la tetera y aspirar fuerte, pero era un método engorroso, caro, y contaminante; además, las carpas se acabaron volviendo unos mutantes horrendos, de colorines diversos y con los ojos gordos, que, curiosamente, se hicieron muy populares como mascotas entre la gente ignorante y de mal gusto, que las encontraba simpáticas, como suele pasar siempre con todos los seres horrendos y de ojos saltones y de simpatía postiza, desde los perros falderos, a los tripulantes de los platillos, pasando por Eva Hache.

Tras la introducción del papel y la ingeniosa invención de la máquina de liar pitillos, casi al mismo tiempo, los árabes copiaron el invento el invento y lo introdujeron en Occidente durante las Cruzadas. Desgraciadamente, el invento chino de la máquina de liar se perdió por el camino, posiblemente porque era poco adecuado en cualquier sociedad que no dispusiera de amplia disponibilidad de mano de obra: la máquina original china era un artilugio de madera de once toneladas, que precisaba de una fuente constante de energía hidráulica y la participación de sesenta operarios. Además de sus caros requerimientos, pronto se descubrió que era poco portátil. La actual máquina de liar pitillos fue inventada por Poldark Trewithick, el hermano hippie del ingeniero inglés inventor de máquinas de vapor. Fue diseñada para que no requiriera carbón ni tracción animal sólo por fastidiar.

Es lamentable que la invención de los porros, la única aportación original a la civilización y el legado cultural que, hasta ahora, se atribuía al mundo islámico, haya quedado también desmentida por nuevas investigaciones.

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